Putin no perdona. ¿Alguien pudo pensar lo contrario, después de la traición y la rebelión contra el jefe, con una decena larga de militares fallecidos por los disparos de las tropas de Wagner en rebeldía? Yevgueni Prigozhin tenía los días contados. Así actúa la mafia y no iba a hacerlo de otra forma el Estado mafioso por excelencia en que se ha convertido Rusia bajo la fría y metálica autoridad de Vladímir Putin.
Solo hacía falta encontrar el momento adecuado, justo cuando se cumplen dos meses del motín. Así lo han confirmado las fuentes oficiales rusas, aunque quede siempre la reserva del montaje para que Prigozhin pueda desaparecer del mapa y salvarse de la persecución, inscribiéndose en un vuelo y volando en otro avión, en una hazaña solo a mano de grandes mafiosos.
En cualquiera de los casos, Putin sale reforzado si atendemos a la correlación interna de fuerzas en el grupo de poder mafioso. No sale reforzada su causa. La muerte del multimillonario jefe de los mercenarios asesinos, torturadores y violadores, en un avión de su propiedad, acompañado de su principal lugarteniente, será celebrada por los ucranios, los que más directamente han sufrido por sus acciones criminales. Putin quedará en paz con los amotinados, pero es un nuevo revés para el Kremlin, uno más en el rosario de reveses que componen su desgraciada invasión de Ucrania.
Las características de este tipo de suceso, que requerirán —aunque es de temer que nunca tendrán— alguna explicación plausible de las autoridades rusas, dejan siempre margen para las dudas, aunque las imágenes de la caída en picado del aparato y las dos detonaciones que la acompañan permiten sustentar seriamente la hipótesis del atentado o incluso del derribo reglamentario desde una batería militar rusa. Reúne en todo caso las características que acompañan a los asesinatos selectivos, en los que se trata de actuar con precisión, economía, sobriedad de medios y capacidad de denegación de la autoría.
Así funcionan las cosas en buena parte de las guerras del siglo XXI, bien acordadas con los métodos más conspicuos del putinismo en sus liquidaciones físicas de antiguos agentes, espías, traidores y disidentes. Y así suele actuar la mafia, con la salvedad del factor de ejemplaridad que la espectacularidad proporciona. En este caso, el espectáculo está en manos de las redes sociales con la rapidez de sus imágenes del avión en caída libre y una vez en tierra de las llamas infernales en las que se supone que han ardido los restos del sangriento condottiero putinista.
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